CRÓNICA DAKAR 2020 – Capítulo 3: Las segundas partes… ¿fueron buenas?

Capítulo 3: Las segundas partes… ¿fueron buenas?

Tercera y última entrega de la crónica de Daniel Albero en el Dakar 2020. Contada en primera persona y en diferentes entregas en exclusiva para los seguidores del proyecto.

Texto original: Daniel Albero (@undiabeticoeneldakar)
Transcripción: Jordi Company (@Company_Vidal)

Estamos en Riad. Etapa de descanso después de unos cuantos kilómetros a las espaldas, tanto en moto, como en coche. Lejos de desistir, seguimos luchando: esto, es el Dakar.

Recuperamos a ‘Azucarilla’, que llega en un tráiler de la organización. Creo que nunca antes había tenido tantas ganas de verla y saber que estaba ‘bien’. Digo bien entre comillas, porque después del fallo mecánico es el momento de darlo todo para arreglarla –junto a los compañeros del Pedregà Team-, volver a pasar las verificaciones técnicas y administrativas y retomar la carrera en la etapa 7. Una etapa que empieza en Riad y termina en Wadi-al-Dawasir. 741km en total, 546 bajo el crono y la etapa más larga de esta edición. Las ganas me pueden y, ahora sí, ‘Azucarilla’ está bien. 3…2…1… ¡Arrancamos!

Muchísimas dunas que al inicio, la verdad, cuestan un poco, pero cuando vas devorando kilómetros te sientes bien, te sientes… ¿cómo decirlo? En perfecta harmonía con el desierto. Sabéis que soy trompetista y que me gusta hacer símiles con la música. Correr por las dunas es como interpretar una partitura que al inicio está llena de cambios de compás, de ritmos variados y un sinfín de bemoles y sostenidos y, después… después es como tocar un bolero, con sus largas cadencias y a un ritmo Adagio. En perfecta harmonía: moto, humano y arena. Pero como en cualquier partitura, llega el momento del cambio de tonalidad.

Empiezan los problemas. Uno de ellos, el más grave, es que el ‘sentinel’ no me funciona. Los coches me adelantan rapidísimo por los lados y tengo que salir fuera de pista para evitar males mayores, lo cual también es bastante peligroso. Pero vaya, a mi ritmo y compartiendo kilómetros con buenos amigos como Javier Álvarez y Eduardo Iglesias termino la etapa contento y con ganas de seguir… Contento, hasta que en el vivac nos comunican la muerte de Paulo Gonçalves. Qué injusto, de verdad, qué injusto. El campamento es silencio y desolados nos vamos a la cama pensando en si de verdad vale la pena esto. Y sí, siempre, siempre, la vida se antepone a cualquier pérdida. Ahora, lo único que podemos hacer es seguir corriendo este Dakar, dedicando cada kilómetro a Paulo y pensando en que terminó su vida haciendo lo que más le gustaba. DEP, Paulo.

Después de la suspensión de la etapa 8, arrancamos la 9 (Wadi al-Dawasir > Shubaytah) con un enlace de más de 400km. ¡Qué frío! La verdad es que, pese a ser un enlace largo y duro, pude disfrutar viendo los inmensos paisajes del desierto saudí montado en mi moto. ¡Qué pasada! Además, tuve la suerte de poder hablar con varios vecinos de la zona a los que les debo agradecer su hospitalidad y amabilidad. Después del enlace me reuní con los miembros de mi equipo y varios pilotos y pudimos iniciar la ‘crono’. Pude rodar un buen rato bastante bien, pese a las pistas rotas y con una navegación, la verdad, bastante dificultosa. Luego cambió el terreno y nos metimos en unos ríos de piedras, espectaculares y rapidísimos… ¡qué bien me sentí! Aunque, como suele ocurrir en el Dakar, volvieron los problemas mecánicos. ‘Azucarilla’ se calló, dejó de hablarme… El sonido de su motor retumbaba en mi cabeza como un eco ensordecedor. La moto perdía velocidad… ¡No me lo puedo creer! Entonces paré, lo desmonté todo –como ya hice en la etapa 4- lo revisé, lo volví a montar. Lo conecté todo una y otra y otra vez. Y entonces supe que allí acababa todo. Desolado después de 560km y a tan solo sesenta del repostaje tuve que tirar de baliza para que la organización me sacase de allí.

Visto ahora, en perspectiva, estoy contento. ‘A trancas y barrancas’ llegamos a la etapa 9 en uno de los ‘Dakares’ más duros que se recuerdan en los últimos años, con problemas mecánicos y con la pérdida de un compañero. Nadie dijo que fuera fácil, ni tampoco esto sirve como excusa para seguir pensando –luchando- en que es posible que una persona con Diabetes Tipo 1 termine el Dakar encima de una moto. Espero, sinceramente –y si nos deja el coronavirus- que pueda ser en este 2021. Nos lo merecemos.

Gracias a todos por vuestro apoyo incondicional. A mi familia, mi equipo y mis amigos por estar siempre cuando les necesito. A mis sponsors y technical suppliers por vuestra confianza. Este sueño cada vez está más cerca. ¡Seguimos!

Gas, e insulina que no falte.
Daniel Albero – mayo de 2020.